lunes, 5 de enero de 2015

Palabras del ayer


El mensaje del Presidente de la república que ofreció para recibir el año el cuatro de enero de 2015 ofrece información sobre la distancia que hay entre el imaginario de quienes dirigen la nación y la realidad.

Si el Presidente cree en su mensaje, si fue sincero, es posible que tenga en mente que con las once reformas que se han hecho en su gestión las condiciones del país hayan cambiado. Es verdad, en su lógica estas reformas aceleran las condiciones para su desarrollo, aunque el desarrollo aquí quiere decir que se produzca más y genere más riqueza. ¿Qué sucederá?

Al menos en el imaginario que promueve el mensaje del presidente la corriente eléctrica, la gasolina y la comunicación serán menos costosas para los hogares y los negocios. Habrá un fuerte impulso para los proyectos de jóvenes emprendedores y se tendrán incentivos fiscales para los productores agrícolas de Chiapas, Guerrero y Oaxaca. Habrá tres zonas económicas que tendrán incentivos en el Istmo de Tehauntepec, en los municipios cercanos al puerto de Lázaro Cárdenas y puerto Chiapas. 

Es curioso que el costo de los alimentos no se considere ni como un logro ni como un reto para la economía del país, que se promueva la idea de un supuesto ahorro en las economías familiares por medio de tarifas telefónicas y no se haga nada con el consumo de alimentos.

Es curioso también que se promuevan incentivos fiscales para las actividades agropecuarias de Chiapas Guerrero y Oaxaca. Sin duda eso podrá traer beneficios al mercado, por supuesto los primeros beneficiados serán los grandes productores, los campesinos comuneros y los pequeños productores necesitarían otro tipo de apoyos.

El país que preocupa entonces parece ser el país de los empresarios, a ellos sí que les ayudan los incentivos fiscales, el ahorro en gasolina para transportar sus productos y tratos preferenciales en zonas tan codiciadas como el Istmo de Tehuantepec.

Los pobres del país están en todo el territorio y casi nunca tienen sus actividades productivas bajo algún régimen fiscal, ni hacen mil llamadas telefónicas. Son los que padecen el impacto de la violencia, los que han sido desplazados, robados y humillados por la mano armada, los que pagan y seguirán pagando los costos altos de los alimentos. Ya sea porque no pueden dejar de comprarlos o porque al dejar de comprarlos sean afectados en su salud.

A ellos seguro se dirigió cuando mencionó su compromiso por combatir la impunidad y la corrupción; a ellos debería haber dicho algo concreto, plausible y sensible para resolver las miles de desapariciones, los feminicidios y a los que hay que dar cuentas del destino de los recursos que supuestamente buscan disminuir la pobreza en un país donde ésta cifra es de las pocas que aumentan en sus cuentas nacionales.

Tal vez convenga hacer un último esfuerzo navideño y pedir a los reyes magos o a quienes sea que aún cumplan deseos que en éste país los políticos dejen de pensar en su beneficio y dejen al menos que la población busque el propio, que los despilfarros de sueldos y prestaciones sean la excepción y no la regla, que se permita la auto organización ciudadana, transparente y ordenada para lograr fines comunes y por último, que la visión del futuro deje de ser la de un territorio gruyere, que en unas décadas terminará agujereado pero que entonces, ni tendrá un sabor más robusto, ni será codiciado por los encantos de su sabor.

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